martes, 15 de abril de 2008

Feromonas: ¿nueva forma de enganche?

Allá por 1979, se innovaba en los campos agrícolas (debido al hastío y el gasto a expensas de poca productividad) con nuevas sustancias, capaces de ahuyentar a los malos y retener a los buenos, en la lucha de los campesinos, eligiendo a dedo a los aliados y condenando a las pestes devastadoras. Se abría paso un nuevo recurso natural, las feromonas empezarían a circular y nadie sospechaba lo que ello conllevaría décadas más tarde.

Las feromonas son sustancias emanadas por gran variedad de especies (tanto plantas como animales) con el fin de modificar la conducta del receptor (de la misma especia que el emisor) para inducirlo a un cambio en su comportamiento. En este caso, nos referiremos sólo a las feromonas que inducen un comportamiento sexual.

Se creía que el ser humano era ajeno a esta curiosa interacción natural, pero en 1986 la Dra. Winnifred Cutler, fundadora del Instituto Athena, y sus colegas llevaron a cabo una investigación de vanguardia para comprobar la existencia de estas feromonas en seres humanos. Más tarde, en 1999, con una visión más biológica, al término feromona se le agregó el de “sustancia química que promueve comportamientos para perpetuar la especie”1, desde ese momento éstas emanaciones naturales pasarían a ser un nuevo factor de controversia y generador de ganancias con la promesa de un rotundo éxito sexual.

Uno de los experimentos que se realizaron fue con el método doble-blind (doblemente a ciegas). Se reunieron 20 mujeres jóvenes maduras, de las cuales a 11 se les aplicó placebo y a 9 una esencia femenina (feromonas) en el labio superior, bajo la nariz, sin que ellas supieran a qué grupo pertenecían, tres veces a la semana por 12 a 14 semanas. El resultado fue asombroso, cuando las mujeres untadas con feromonas tendieron a expresar un comportamiento sexual con frecuencias mayores a las que fueron untadas con placebo luego de 12 semanas2. Parecería entonces, que las feromonas femeninas inducen directamente a las propias mujeres a un comportamiento sexual. Esto se debe a que las feromonas femeninas hacen más receptivos los recipientes femeninos a los aromas masculinos, además de hacerlas más atractivas a los sujetos masculinos. Se ve entonces una doble función en las feromonas femeninas, mientras que la masculina cumple sólo una, hasta ahora.

Además existieron otros experimentos que comprobaron esta hipótesis. Alan Singer, del Centro de los Sentidos Químicos de Monell, hizo lo suyo con hámsters dorados. Primero aisló dos hámsters machos normales en una misma jaula, éstos se alejaban uno del otro y tendían a herirse y mostrar conductas agresivas. Sin embargo, se colocó secreciones vaginales de un hámster hembra a un hámster macho anestesiado y se le colocó en una jaula con un hámster normal. En lugar de agresividad, el hámster normal intento aparearse con el hámster anestesiado. Singer logró identificar esta proteína y la llamó “afrodisina”3. Por otro lado, En 1971, Martha McClintock, notó que las mujeres universitarias que vivían en el mismo dormitorio y que pasaban mucho tiempo juntas, iban desarrollando, gradualmente, ciclos menstruales más cercanos. Aunque los ciclos de las mujeres estaban dispersos al azar cuando llegaron, después de un tiempo su duración se sincronizó más, ella comprobó que se debía a una sustancia producida por las mujeres4.

Y todo esto sucede inconscientemente. A diferencia de los animales, los humanos no reconocemos las feromonas y actuamos según ellas de manera directa. En el interior de nuestra nariz (a unos 6 ó 7 centímetros de los orificios) hay un órgano llamado vomeronasal (VNO), que capta las feromonas y transmite la información hacia el hipotálamo5. Enviamos y recibimos mensajes olfativos pero sin saber realmente que lo estamos haciendo y sin darnos cuenta de los efectos que estos tienen. Puede parecer una desventaja, pero el hecho que las feromonas no sean el principal, pero sí influyente, mecanismo de atracción deja campo a los gustos personales y al coqueteo usual entre personas afines físicamente, siendo un complemento la interacción química. Tal vez ahora entenderemos la frase “tenemos química”.

Con este nuevo descubrimiento, el mundo comercial tenía ahora un gran tesoro a la vista. La posibilidad de vender feromonas embotelladas, a manera de perfumes y lociones empezó rápidamente a invadir los negocios cosméticos. Los primeros en aparecer fueron el “Athena Pheromore 10X” para hombres y el “Athena Pheromore 10:13” para mujeres, prometiendo una efectividad de 70%. Actualmente se venden aditivos para perfumes o aftershaves, llegando a costar cada frasco 180€6.

La acumulación de estas sustancias se produce naturalmente en zonas como las axilas y zonas íntimas, pero al ducharnos y aplicarnos diferentes perfumes o hidratantes, además de usar ropa, eliminamos todo rastro de ellas. Nuestra condición civilizada ha hecho que ya no reaccionemos de la misma manera que antes ante estos mensajes, pero en un ambiente cargado la reacción es casi inmediata, si no, en un gimnasio hagan pasar a una chica a un vestidor de hombres o a un hombre a un vestidor de chicas y pregúntenles que sensación tienen al ingresar. Es por eso que aparecen estos productos prometiendo un “enganche sexual”, algunos incluso para homosexuales (con el uso de feromonas femeninas para atraer a otros hombres), lo cual termina por confundir a algunos hombres despistados.



Comercial mexicano promocionando un perfume con feromonas

Pese a todo, aún quedan muchas interrogantes por contestar. ¿Por qué las feromonas femeninas tienden a homogenizar el periodo de menstruación en las mujeres?, ¿qué otros efectos tienen las feromonas masculinas (en relación a la competencia y la agresividad masculina)?, ¿tenemos los humanos receptores químicos propiamente dichos? Sabemos que existen, pero aún no las conocemos del todo. No podemos lanzarnos a prometer coincidencias sexuales con tan alto grado de probabilidad, ¿dónde queda la parte psicológica, lo que nos hace humanos de verdad? Las controversias siguen aún y los científicos continúan intentando entender este mecanismo, más en humanos que en cualquier otra especie. Aún así, la comunicación química entre humanos es un misterio que todavía no logramos descifrar por completo.

Diego Alonso Padilla Huamán

Notas bibliográficas:
1) Women's Health Connection, vol. II, número 5b
2) W.B. Cutler, Instituto de Athena para investigación de la salud de las mujeres.Extracto de la presentación de la Cutler a la reunión anual de la Sociedad Americana de la Fertilidad, octubre 8-13, 1988
3) Informe del Instituto Médico Howard Hughes. Un sentido oculto en la nariz humana. Las feromonas y los mamíferos.
4) Biología. Teresa Audesirk, Gerald audesirk, Bruce E. Byers. Respuestas humanas a las feromonas pág. 785
5) Feromonas y atracción. Ramón Cordero G.
6) Athena Institute

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